Tuve un sueño.
Soñé que había cooperación entre los países del Medio Oriente, que hoy pelean. Que había intercambio de capital humano, de tecnología, de servicios, de negocios. Que juntos, pueblos diferentes vencían sus recelos y trabajan por mejores días.
Soñé que en América Latina había buenos líderes, desinteresados por sí mismos, y más interesados en sus gentes, en sus ciudades, en sus pueblos. Soñé que por fin se empezaba a vencer la miseria y la corrupción. Soñé que los jóvenes y los hombres, ya no tenían que emigrar al país del Norte, para mandar pan a sus familias en el sur. Soñé que la meseta mexicana y Centroamérica, juntos, producían más maíz que todo el estado de Illinois, y que por fin los países bananeros, ya no lo eran, y sus tierras daban sustento y trabajo a sus pueblos.
Soñé que en Sudamérica los señores de las armas, dejaban los rifles y tomaban el azadón y el martillo. Soné que se erradicaba la podredumbre, la ambición que de tanta que ha llegado a ser, quebranta la ley, hace peligrar los Estados.
Soné que la India mandaba ingenieros y una planta de electrónicos a Panamá, a Venezuela, a Dominicana.
Soñé que Iran establecía una fábrica de automóviles en Argentina, o en Chile, o en el Perú. Soñé que la industria era buena y respetuosa del medio ambiente.
Soñé que México y Brasil cooperaban para tener parques de tecnología de alimentos y agricultura moderna, que compartían conocimientos y mejores prácticas con los demás países hermanos.
Soñé que Guantanámo se volvía un parque nacional, que se llenaba de palmeras, de cocos, de música, de alegrías.
Soñé que la India y Pakistán se desarmaban, y armaban de tecnología de punta, en electrónica, cómputo, maquila de textiles, en tantas, tantas cosas.
Soñé anoche tantas cosas.
Pero desperté, y ahora al trabajo, a la fe en mi hermano, el ser humano.
La izquierda del fascismo
2 months ago
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